He tenido diferentes apodos musicales a lo largo de mi vida (Nano, Dryan y Arrebolowski). Con 15 años empecé a hacer batallas de freestyle y a componer mis primeras canciones. En 2011 publiqué mi primer álbum “Revolución” y un año más tarde el segundo “Enmienda”, donde colaboré con algunos de mis ídolos entonces como Ambkor, T-Key o Demo. Mis sueños se estaban haciendo realidad, pero ya con el tercer álbum en marcha y contra todo aparente sentido común dejé de hacer música. Traté de recuperar mi esencia con una serie de temas llamados #Releasing y cuando parecía que remontaba el vuelo, la muerte de mi abuelo y la de un chico de mi pueblo desequilibraron por completo mi salud mental. Ansiedad, ataques de pánico y mucha soledad. Tras aquella fase, diría que la más dura y oscura que recuerdo, la música y yo tomamos caminos distintos. Después de 6 años de viajar, conocerme a mí mismo y emprender un proyecto de educación emocional a través del cine, parecía que mi vida cobraba sentido. Hasta que llegó la pandemia y tras ella empecé a tener pensamientos suicidas recurrentes. Esta vez, con más recursos que de adolescente, decidí iniciar la formación Gestalt y acudir a terapia. El proceso (a ratos hermoso, a ratos infernal) me está llevando a conectar con mi esencia de nuevo. Es aquí donde la música y yo nos volvemos a encontrar, dando luz a “Hólos”.